martes, 18 de octubre de 2011

Hagamos el retrato robot de un beso.

 Primer paso: giramos la cabeza. Dos terceras partes de las personas lo hacen hacia la derecha antes de besar a su compañero o compañera en la boca, de acuerdo con los estudios. ¿Por qué? Según el psicólogo alemán Onur Gunturkun, el 80% de las madres acunan a sus hijos contra su costado izquierdo, sean diestras o zurdas, por lo que los bebés tienen que girar su cabeza hacia la derecha para encontrar el alimento y el contacto maternal. Segundo paso: juntamos y presionamos nuestros labios con los de él o los de ella. Claro que los labios humanos, en el reino animal, son muy raros, carnosos y vueltos hacia afuera. Y muy sensibles e inervados. En la corteza cerebral que recibe la información de los sentidos, la superficie dedicada a los labios y la lengua es más grande que la de los pies o los genitales. Tercer paso: un buen beso requiere todos los músculos faciales, en total 34, además de otros 134 músculos extra que configuran la postura en el resto del cuerpo. Una ópera llevada a cabo en la Universidad de Taiwán en 2007 por robots que se besaban requirió tres años de programación. En los besos con lengua (el llamado beso francés) hay, además, intercambio de saliva. Y en un solo mililitro de saliva anidan unos cien millones de bacterias, un intercambio superlativo de microbios (la saliva tiene también microbicidas que acaban con la mayor parte de estas bacterias ajenas). Este tipo de beso representa el erotismo que nos caracteriza, el juego para sublimar el mero acto sexual.


Fuente: El País