jueves, 22 de diciembre de 2011

Burn after reading

Es como que el tiempo se para y se me atraganta, se me hace un nudo en la tráquea. Se abalanza de forma abrupta, se retuerce, da vueltas. Todo va adelante y atrás pero sin franquear el fin de las pisadas. 
Los pedacitos de vida construidos empiezan a temblar, ante la duda de su misma existencia. Esa vida ramificada en momentos desvanecidos en el tiempo, sin prórroga para el recuerdo.
Todo se mueve en la monotonía, al borde de la rutina, todos volvemos al camino, todos metemos primera y vamos por la vía de cintura, todos cogemos atajos si podemos, todos miramos a un mismo horizonte. Pero todos excepto unos pocos se convierten en escépticos, unos pocos discrepan acerca de la idealización del vaivén humano. 


Entonces me arrincono, me recojo, reúno todas las piezas de mi puzzle. Vuelvo a mi ecosistema y el tiempo vuelve a ponerse en marcha, el tic-tac se reencuentra con mis oídos. 
Resentida de las amenazas contra el trocito de mi ser pequeñito descansan ahora, a un lado del arcén. Pero es tarde, tarde después de un choque frontal con lesiones cerebrales. El impacto contra la realidad siempre es duro a la par que torpe, pero irremediable. 
Mantengo el estado vegetativo en la ilusión, los buenos sueños permanecen lejos todavía, y la alerta no se ha desatado.