sábado, 3 de marzo de 2012

Dentro del desorden aún reside cierta calma. 
Pero en mi más estricta organización solo existen 
las líneas rectas, la paz del orden.
Otros se aquejan de las pautas rigurosas, 
marcadas por un tiempo frenético, 
lo cual les devuelven el desorden que, realmente, echaban de menos.
En cambio en mi no, en mi no es así. 
En mi la paz solo me la brinda la sucesión
geométrica de las cosas.

Pero, como todo, como todo en esta vida, trae sus disgustos y lamentaciones. 
En alguna de mis leyes también se escribió algún día que los sentimientos se alteran cuando hay orden, porque precisamente esa conjunción es el máximo exponente de lo presuntamente opuesto en este mundo. 
Por ello, todo mi orden se viene abajo cuando un pensamiento le da el relevo a un sentimiento. Es ahí cuando todo empieza a carecer de sentido. Hasta mis esquemas vitales se vienen abajo.

En conclusión no hay conclusión para tanto orden artificial. No hay una determinación para tal unión: la naturaleza de los instintos y la cultura de los esquemas vitales, como medio ante el intento de supervivencia.