martes, 31 de agosto de 2010

Chaparrón

Se avecinaba tormenta, ya se veían venir a lo lejos los nubarrones negros y cargados de lágrimas. Finalmente descargaron, eso si, quizás no con toda la intensidad esperada, ya que aún queda en mí ese último halo de esperanza que nunca pierdo, o que nunca me hace perder con sus más o menos falsas esperanzas. Ahora necesito algo que me coja, me arrastre y me sacuda bien fuerte. Emociones, sensaciones, sonidos...Que se apoderen de mi ahora que no me quedan fuerzas y menos energía para saber que hacer conmigo.
La catástrofe no debería ser tan grande, tan devastadora, pero el caso es que lo es, es incontrolable, arrastra todo aquello que hay en su camino. Lo que siento es algo que ha ido creciendo sin a penas poder darme cuenta de que los días iban pasando, con cada recuerdo, cada esperanza crecía un poco más, hasta llegar a convertirse en esto que es ahora, un monstruo que llevo dentro, que me está comiendo poco a poco por dentro.
Yo sé lo que quiero, y lo que busco, está claro, lo quiero todo con él, lo deseo. Pero eso no se corresponde, no es culpa de nadie, ni suya ni mía, simplemente son las circunstancias.