miércoles, 3 de agosto de 2011

Ciutat de Palma




Quietud, quietud… Ya la ciudad de oro

ha entrado en el misterio de la tarde.

La catedral es un gran relicario.

La bahía unifica sus cristales

en un azul de arcaicas mayúsculas

de los antifonarios y misales.

Las barcas pescadoras estilizan

el blancor de sus velas triangulares,

y, como un eco que dijera: “Ulises”,

junta aliento de flores y de sales.


- Rubén Dario -