Ando viviendo entre dos mundos, con un pie en la realidad y otra en mis sueños. Comparto todo con ambas esferas, en cada una de ellas paseo mis deseos, mis placeres. Mi vida se divide en dos maneras de sentir, dos maneras de vivir, y eso empieza a ser agotador. Ha llegado un momento en que no sé que lugar poner como remitente, ¿dónde vivo?
Puede que lo que toque, lo que huela, sienta y padezca en la realidad cotidiana sea aquello que se proyecta en la noche, cuando sólo queda la luz ilusionada de un recuerdo. Entonces, no son tan distintos ambos mundos, ¿no? Lo extraño es no poder hacer mudanzas y trasladar las simples proyecciones de un sueño a la experiencia de la vida real, a los sentidos más terrenales. ¿Será, pues, que debo dejar de una vez por todas aquellos trastos que llevan tanto tiempo deambulando por mi vida?