domingo, 16 de enero de 2011

Alba in New Palma

Una noche más adicta al mundo de Carry Bradshaw y su sexo newyorkino. Cada día los capítulos de esa maldita serie me alimentan más, es sorprendente, consiguen abrirme la mente, a pesar de parecer un típico modelo de serie americana que quiere vender desayunos altos en colesterol, mujeres adictas a los zapatos, empresarios estresados y grandes calles absortas en publicidad luminosa y colorida. Supongo que es inevitable cuando vemos una serie, una película, leemos un libro... sentirse identificado con alguno de sus personajes, aunque no queramos, nuestro subconsciente se encarga de ello, y el mío ha decidido que sea Carry en la que vea mi persona reflejada. Estos días ella me ha estado ayudando, con sus problemas con el señor “Big” o “Dig” o “Pig”, no sé muy bien. Cuando tenía problemas con él, cuando me sumergía en mis comeduras de cabeza ella aparecía en mi tele, comprensiva, altruista, ofreciéndome las suyas también. No sé si me hacía sentir mejor porque me daba cuenta de que hay gente más mal parada que yo en el amor o porque me sentía comprendida por alguien. Sí, alguien, porque la verdad nadie podía entender esas ganas de masoquismo que me perseguían, y no es que fuera adicta a pasarlo mal, sino que los pocos buenos momentos recompensaban a los malos. O eso pensaba, a veces... Por muy buenos que fueran los buenos momentos, los malos eran muy malos, y eso no lo podía remediar nadie.

Cometía el mismo error una y otra vez, buscaba en la comprensión de los demás una solución. Error. Pero hay muchos porqués que justifiquen ese error. Primero, cada uno tiene su vida, y vive su vida a su manera, es por eso que nunca podrían llegar a comprender cual es mi situación sentimental. De otro lado, la aprobación de mis amigos no significaba el éxito, el éxito está en sentirse segura de esa decisión que tú has tomado, por ti misma, tú sola. Los demás no van a darte la solución a tu vida, porque tú vives tu vida a tu manera, y no hay más.

Así que ante mis grandes dudas, que daban la impresión de que iban a devorarme de un momento a otro, actué. A pesar de haberme dicho que si, con gran indecisión también, un sí con un temeroso “no sé” escondida, yo era la que tenía aún más dudas. Sentía que todo esto se había acumulado en mi vida y decidí recoger todo mi cuarto, cambiar las sábanas, barrer el suelo, abrir las ventanas, y sacar todo lo que llevaba ya demasiado tiempo conviviendo conmigo. Al mismo tiempo eche a otra “cosa” de mi vida, le pedí que me llamara inmediatamente, después de esa grata sorpresa, esa que necesitaba para el adiós definitivo, necesitaba saber que las cosas no podían ir bien, porque él no era eso que yo pensaba, no era esa idealización bucólica. Cuanto más sabía cuanto la había cagado más fuerte rascaba las manchas del suelo, y más deseaba que se fuera todo eso. Y sí, se fué, rasqué, me llamó, poco a poco se iba convirtiendo en un tono grisáceo, él entendía por donde iba, ya no había ni rastro de la mancha, él pensaba lo mismo.


Y ahora escuchando Amy Winehouse, con menos de un 9% de bateria en el portatil pero con las teclas que echan humo, me doy cuenta de que empiezo a ser un poco como ella, pero a mi manera, una Carry a mi estilo. Sí, me gusta.